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viernes, 8 de julio de 2016

Un día de relax por las laderas de los Vosgos.

A las 9:30 de la mañana, tomé un autobús en la estación de tren que me llevaría a visitar un famoso castillo de la zona, le Château du Haut-Koeningsbourg.
Tenía muchas ganas de verlo de primera mano para poder escribir de él con conocimiento de causa, ya que aparece en mi novela. Esa que no sé si alguna vez terminaré pero que me agrada retomar de tanto en tanto.


Le Château du Haut-Koeningsbourg
Es complicado tomar una fotografía que abarque todo este imponente castillo, porque es enorme.
De ahí que fotografiase la maqueta que hay al entrar.
Pero lo que sí que puede fotografiarse es el entorno, ya que desde sus muros se puede divisar muchos kilómetros a la redonda.



La historia del castillo es emocionante, puesto que su construcción fue destinada a la protección de las rutas del vino y del trigo del norte así como la de la plata y la sal de oeste a este.
Pero fue refugio de los llamados caballeros bandoleros, que asaltaban desde este bastión, las caravanas que pasaban por esas mismas rutas.
Fue destruido por los suecos en la guerra de los 30 años y reconstruido más de dos siglos después por el káiser Guillermo II y demostraba el poder alemán en tierras ocupadas.
Por fin, en 1919 pasa a manos francesas tras el Tratado de Versalles después de la I Guerra Mundial.





El castillo en sí, es impresionante, pero también los detalles de sus ornamentos y habitaciones dejan con la boca abierta.

Cañones y culebrinas para la defensa moderna del castillo



La bodega

El molino




Dominando la región
Tras la visita, comí algo y aproveché para caminar por un sendero que lo rodea por completo. Es tan solo un paseo.
Después bajé en el mismo autobús que va de regreso a Sélestat por la Montagne des Singes (montaña de los monos), que sobre todo es un lugar para visitas familiares, estupendo para llevas a los niños.

El castillo desde la montagne des singes
Es una montaña cerrada, un parque en el que conservan simios traídos de marruecos que se han adaptado a vivir en ese clima y en esos bosques. Son muy suyos y unos comodones de categoría. Aceptan que les des palomitas como quien te hace un favor. Realmente son muy graciosos.


Cuidando de su cría

Haciendo el mono
Todos cuidan del pequeñín, hasta que crece. Después vienen las peleas

Y así, regresando a Sélestat, terminé una agradable jornada. Mañana continuaría de nuevo la ruta.

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