Primer día de pedalear: Estrasburgo - Molsheim (Unos 30 Km)
El día, para variar, amaneció nublado e incluso caía una suave lluvia a ratos.
Pero esto no puede desanimar a nadie en un país que, ya he comentado en otras ocasiones, puedes tener las cuatro estaciones del año en un solo día.
Primeramente iremos paralelos a la vía del tren, tras la estación, hasta que nos indique que llegamos al Canal de la Bruche, que será nuestro fiel guía hasta Molsheim.
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Para salir de Estrasburgo, tomaremos el Canal de la Bruche (el gorgojo, creo que se traduce) |
Fijaos en las fotos, que todas las indicaciones están en verde y blanco, como los colores del patrón de mi tierra. Y o bien indica la próxima población y los kilómetros que faltan o aparece una pequeña bicicleta blanca con una flecha indicadora del camino a tomar.
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Ruta en amarillo de Estrasburgo a Molsheim |
La ruta enlaza la Euroveló 15 (la del Canal del Rin) con la Véloroute 5 (Cicloruta de los viñedos)
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A mitad del recorrido |
El camino hacia Molsheim es cómodo y sin pérdida. Y al no ser un tramo largo, sirve para ir acostumbrando las piernas (y el culo). El paisaje que nos rodea es de campiña húmeda, muy verde.
Este valle está encerrado entre los montes Vosgos (al oeste) y la Selva Negra alemana (al este), además de transcurrir junto al río Rin, la vía fluvial más utilizada de la Unión Europea.
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Típica estampa de lo que vamos a encontrarnos |
Quizá esta sea la etapa menos interesante de las que recorrí, aunque no dejaba de ser bonita. Lo que ocurre es que si comparamos esto con lo fui encontrando después... Las comparaciones son odiosas.
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Parada para desayunar el típico Bretzel alsaciano |
La temperatura era buena, pero se mantuvo nublado hasta llegar a Molsheim. A partir de ese día iban a ser frecuentes las lluvias intensas y de corta duración, sobre todo a partir de las 5 de la tarde. Al menos, el tiempo me respetó mientras pedaleaba por las mañanas.
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Ya en Molsheim |
Y llegué al final de mi primera etapa, Molsheim. Un bonito pueblo en el que acampé en el campig municipal por menos de 10 euros.
Lo más bonito de estos pueblos es la arquitectura, los tejados de tejas planas rojas y la profusión de relojes mecánicos (se nota que estamos cerca de Suiza) y elaborados artesonados en los alféizares.
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Las ventanas, casi siempre adornadas y floridas |
Tras instalarme y visitar la población, todaba un poco de lectura y a dormir, que mañana era un recorrido más largo y duro.
Pero no pude descansar adecuadamente, puesto que el maldito Crohn hizo de las suyas y tuve dolores toda la tarde y parte de la noche hasta que no hubo más remedio que vaciar el estómago.
Segundo día de pedalear: Molsheim - Sélestat (Unos 42 Km)
Me levanté a las 7:30, algo cansado por no haber dormido bien y con el estómago vacío. Comí unas galletas y me puse en marcha tras recoger el campamento y pagar. Tomé la Eurovelo 5, que viene desde Londres, pasa por el este de Francia, cruza Suiza y casi toda Italia. Por supuesto, una de las partes mejor habilitadas para el cicloturismo está en Francia.
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Hay que continuar hacia el sur por la Euroveló 5 |
No tenía ni idea de que ese día disfrutaría de una de las más bonitas etapas de la ruta. Y la más dura, lo que sumado a que apenas podía comer, me fue debilitando poco a poco hasta tener que bajarme a ratos de la bicicleta y descansar numerosas veces.
Se hizo largo, pero el paisaje era encantador.
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Un apunte: en la primera población que os encontréis, Dorlisheim, cruzad el pueblo hasta el otro
extremo, puesto que la señalización puede ser algo confusa y parece indicar a la izquierda |
Tras la primera población, empecé a entender por qué le llaman la ruta de los viñedos. Una sucesión de suaves colinas cubiertas de viñas escondían pueblos preciosos de tejados rojos y casas con las vigas de madera.
La carretera era apenas transitada por algún tractor y se pedaleaba con total seguridad.
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Una mirada atrás, subiendo una de las colinas. El esfuerzo compensa |
Es un lugar idílico. Ahora estaba sintiendo de verdad la esencia de la Alsacia más rural. Y me encantaba.
A pesar de que el estómago no me admitía más que algo de jamón dulce y atún en lata, la belleza del entorno me daba las fuerzas suficientes como para continuar.
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Un poco más allá se adivina la villa de Rosheim |
Os recuerdo que mis rutas siempre suelen ir paralelas a una vía ferroviaria o a una línea de autobuses por si las cosas se tuercen y hay que abandonar por ese día. Al final no tuve que hacer uso de ello, pero me tranquilizaba saber que podía hacerlo a medida que las fuerzas me iban abandonando.
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Numerosos ciclistas recorren la Eurovelo |
En Rosheim hice una parada para tomarme un café y disfrutar del camino. Pasar de largo todas esas maravillas sería absurdo. Y no pasa nada por llegar más tarde. Lo importante es disfrutar.
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Me encanta el humor que se gasta el clero en sus representaciones artísticas |
Salí de Rosheim en dirección Obernai. Había leido muy buenos comentarios de esa población, pero lo cierto es que a mí ya me estaba impresionando todo lo que me iba encontrando.
De nuevo, tras una zona relativamente llana, tocó subir y bajar hasta llegar sin más problemas a Obernai. La primera estampa que se me ofreció del pueblo fue cuanto menos inquietante.
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Un atestado cementerio antiguo da la bienvenida al turista |
A mi personalmente me gusto este toque macabro. Solo me hubiera faltado llegar de noche y con luna llena.
Aunque lo cierto es que el resto de la villa es muy alegre y animada.
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Me encantan estas torres del reloj |
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Plaza principal de Obernai |
Tras abandonar esta aldea que parecía sacada de los cuentos de los hermanos Grimm, me dirigí hacia Barr, que está a medio camino de mi objetivo ese día, Sélestat.
El camino sigue sin defraudar. Es un autentico placer contemplar las colinas cubiertas de viñedos y poder ver en la lejanía, sobre las redondeadas crestas de los Vosgos, numerosos castillos que se recortaban contra el cielo.
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El tiempo es variable, por decir algo, pero el sol quema |
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Uno de los muchos castillos que coronan los Vosgos |
Los pueblos que dejaba atrás, a los lados, seguro que merecían la pena ser visitados, pero no podía estar en todo.
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Todo lo que me iba encontrando lograba que me detuviera a contemplarlo |
Hasta que por fin llegué a Barr. Me entraron ganas de entrar en una de sus típicas tiendas de Pain d'epices (pan de especias) pero sabía que mi estómago no lo toleraría.
Lo cierto es que me encontraba bastante débil por la falta de alimento y el esfuerzo.
Continué mal que bien y como a poco echaba menos fotos y me concentraba más en llegar. Pero el camino no perdía belleza hasta Sélestat y por fin, con un tremendo dolor de trasero y con cara de desfallecer, llegué a la oficina de turismo de Sélestat donde me indicaron amablemente la localización del camping.
Y para allí que me fui. Fue montar la tienda y echarme una siesta de una hora.
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Mucho terreno para tan poca tienda |
Por último, visité la pequeña ciudad y me tomé algo en una especie de fiesta chill out que montaron a media tarde en una plaza. Buena música, buena cerveza con tapas y chicas guapas. ¿Qué más se puede pedir? Ah sí, que ya me encontraba mejor de las tripas.
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Casi todas las poblaciones por las que paso tienen carriles bici (y no hay conflicto con peatones ni vehículos) |
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Muchas ventanas están decoradas con ilustraciones |
Dado mi estado de salud y las pocas fuerzas que me restaban, decidí tomarme el siguiente día de descanso, visitando los alrededores haciendo uso del transporte urbano, así dejé mi tienda instalada en el camping durante dos noches.
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