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sábado, 8 de agosto de 2015

Vía verde del Bidasoa (88 Km ida y vuelta) 

Otra ruta de cicloturismo con mi bicicleta plegable, pero esta vez más corta.
Tres días, la ida, la vuelta y la visita andando a la Costa de Hendaya.

http://www.viasverdes.com/itinerarios/itinerario.asp?id=92



La ruta puede dar comienzo en el Señorío de Bertiz ( http://www.parquedebertiz.es/ ), un lugar que merece la pena visitar por la belleza del Parque Natural.
Sin embargo yo comenzé un poco más adelante, quizá solo 2 o 3 Km más adelante, en Legasa, un pueblo de la Comunidad de Navarra.

Inicio de la V.V del Bidasoa

Se denomina Vía Verde por ser un antiguo camino de hierro, osea, una vía ferroviaria en desuso que pasó a convertirse en una ruta de turismo.
Aproximadamente el 50% del trazado está asfaltado, pero el otro 50% restante suele estar salpicado de baches, charcos y barro. Pero es muy transitable, en serio. Con mi bicicleta plegable no tuve problema alguno y los que pedaleaban con BTT ni debían de apreciar las irregularidades del terreno.

El camino atraviesa hasta 7 túneles, lo que da una idea de como debía de ser el viaje en tren hace ya 58 años. Lo denominaban el "Tren Txikito" y fue un tren minero que unía Irún (País Vasco) con Elizondo (Navarra).

Primero de los túneles que atrevesaremos

Aproximadamente, los 10 Km primeros son de rápido descenso (lo que me preocupaba para la vuelta). Y siempre pedalearemos junto al Río Bidasoa, que da nombre a este trazado.

El Bidasoa

El paisaje es precioso. Casonas de techos rojos desperdigadas entre el monte verde, con prados como tapetes donde se cría buen ganado.

Un placer pedalear en este entorno

Los primeros kilómetros son aptos incluso para sillas de ruedas

Poco después de atravesar los primeros prados, me interné en el espeso bosque que crece en las laderas del valle.
Aun siendo pleno Agosto, la temperatura es bastante buena. Hace calor, pero la abundante sombra de la arboleda permite continuar sin mucho esfuerzo. Además, como he dicho antes, en dirección a Irún se rueda en un suave pero constante descenso.

Me las prometía muy felices, pedaleando en bajada

El camino serpentea tanto como lo hace el río y tan solo en contadas ocasiones, encuentro alguna corta rampa en subida. La mayor parte del tiempo llanea.
Cuando llevo un par de horas, paro en un merendero a comerme un bocata de panceta y a los pobres ciclistas que pasan llevando tan solo un botellín de agua, les ruge el estómago.

Algunos tramos son realmente buenos

Y la belleza del paisaje invita a tomar fotos

El trazado atraviesa varias poblaciones para visitar

Uno de los túneles, no recuerdo exactamente donde estaba situado, era largo y oscuro. No funcionaban las luces y estaba sembrado de baches, charcos y piedras desprendidas. Creo que nadie lo pasó montado cuando me crucé con un grupo de ciclistas haciendo sonar sus timbres. Algunos no tenían luces y seguían a los que sí tenían. A mi me vieron llegar (por mi linterna) y nos saludamos sin ni siquiera poder vernos las caras. ¡Y además allí hacía el frío de una cripta!

El túnel oscuro

Al final, llegué a Behobia bastante pronto, que es como el nexo de unión entre España y Francia. De hecho, me despisté un momento y aparecí entre tiendas y carteles en francés, sin apenas darme cuenta.
Estaba en la Comunidad Autónoma Vasca y por un carril bici, llegue enseguida a Irún. No me costó mucho encontrar la pensión donde me alojaría porque estaba en la calle de la estación (de RENFE). Y especifico esto porque tienes dos, la dicha y otra a la que llaman "El Topo".

Plaza San Juan, Irún

Dediqué el resto del día a conocer Irún y familiarizarme con los accesos a Hendaya. Y es que hay varios pasos a Francia, pero el mejor para mí fue el Puente de Santiago. No voy a hacer comentarios históricos de la ciudad. Quien quiera que se pase a visitarla. Por mi parte, me pareció agradable pero sin mucho monumento que ver, comparado con otros lugares que había estado. Y la gente con la que traté bastante maja.
El tapeo... bueno pero algo caro para mi bolsillo.

El día siguiente lo pasé visitando Hendaya (Francia) y la verdad es que me resultó un paseo largo y agradable.

Irún desde el Puente de Santiago

Al llegar a la "frontière" vi que pasaba un carril bici por debajo y que recorría todo el litoral de Hendaya y al principio no supe bajar. Pues veréis que cerca hay un ascensor que te baja al mismo paseo marítimo.

Justo al salir del ascensor entre el puente de vehículos y el del ferrocarril

El paseo marítimo

Resumiré el día diciendo que el boulevard es muy largo y agradable de pasear. El paso de peatones y el de ciclistas suele estar separado, pero a veces se comparte.
Y al comienzo hay algunas escaleras para evitar una pared de roca. Pero el resto es un bonito paseo con magnificas vistas de Hondarribia (justo al frente) y la Baie de Chingoudy o desembocadura del Bidasoa.

Hondarribia al otro lado de la desembocadura

Hendaya, un día gris

Hendaya es muy larga y el paseo, si es a pie, se os puede hacer eterno. Pero si lo tomais con calma o vais en bicicleta, no os costará nada.
Y comprobareis por qué su larga playa es un lugar idóneo para los surfistas. ¡Van a montones!

Ya no saben que inventar para hacer el tonto

Nunca vi tantos surfistas juntos

Otro caso ya es la vuelta que dí por el Camino de la Costa, que subía primero en fuerte pendiente al Castillo-Abadía (que aconsejo visitar) y después rodeaba una especie de Cabo que tenía las mejores vistas de la Costa de Hendaya. Y si no, mirad las fotos.

Castillo-Abadía

No dejaban hacer fotos de la Abadía, pero en serio, aunque la entrada sea cara (6€ y pico) el interior es espectacular y su historia también. En serio, que no había visto algo como esto y describirlo sería muy largo. Si vais a Hendaya, no dejéis de visitarla.


Muchos animales adornan cada saliente

Y si por fuera está adornado, por dentro no os podéis ni  imaginar

¿No es un edificio encantador? Quien pudiera vivir en él

El Camino de la Costa

Lleva por calas como esta a las que se puede bajar en marea baja (yo lo hice)

Extraño comportamiento de un rebaño (creo que a causa del calor)

A esta ya no bajé porque me moría de sed

Sentarse y contemplar esto mientras se siente el viento en la cara, no tiene precio

Baste decir que el recorrido me encantó. Que por supuesto, a las calas no se puede bajar con la bicicleta y que el camino de la costa es... entretenido para una bicicleta con ruedas de 20". Jajaja.
Total, creo que unos 30 Km hechos ese día.

Mirad que pedazo de playa tienen. Y kilométrica.

Con un sol de justicia, ya solo me quedaba tomarme un refresco, un helado y después otro helado más.
Ah sí, por supuesto que me remojé un poco en el mar y el agua estaba buenísima.
Y a descansar, que mañana...

Bueno, al día siguiente, el camino de vuelta fue el mismo que el de ida pero en subida. ¡Que sudada! Casi no queda nada de mi al llegar al coche.
Pero la experiencia mereció la pena.

Y para quien no quiera regresar en bicicleta, siempre puede coger un autobús.

Y ahora un poco de arte.






Hasta otra amig@s.

domingo, 14 de junio de 2015

Roscoff / Île de Batz / Mont-Saint-Michel

Roscof:


Por fin en Roscoff, aunque no fuese el final del viaje

Roscoff mola. Embarcadero para marea baja (mirad en la foto como quedan embarrancadas las barcas), otro para marea alta, Un faro, una historia de corsarios detrás...
Además está en las orillas del Canal de la Mancha y de aquí parten barcos a inglaterra (de ahí que viese tanto turista inglés). Al otro lado del canal están los famosos acantilados blancos de Dover, ya en la Gran Bretaña.
Yo de momento seguía en la Bretaña, pero la francesa. Pedaleé un poco por los alrrededores, disfrutando de la fuerte brisa marina.

Las gaviotas planeaban estáticas en el fuerte aire

Siempre que estoy en un lugar así, me dan ganas de vivir en él al menos un año, para verlo en las diferentes estaciones, observar a los pescadores en sus faenas...
Me encantan estos puertos porque están muy lejos de los destrozos urbanísticos a los que estamos acostumbrados. Aquí se conserva un equilibrio y hasta el aire huele más puro.

Casi más ingleses que franceses...

Curiosas mansiones.

Extraña y bonita iglesia.

¿Dragones? ¿Salamandras?

El aire del mar me despeja y reanima. Quiero seguir y busco el embarcadero. ¡Me voy hoy mismo a la Isla de Batz!.
El viento sopla cada vez más fuerte y temo que el tiempo empeore, pero al final hubo suerte y no fue a más.
El larguísimo embarcadero de marea baja.

Compro billete de ida y vuelta. Mi bicicleta, aunque plegada ocupa menos que alguna de las maletas de los turistas, hace que me obliguen a pagar otro billete para ella. No me pareció justo.
Pero ya estoy montado en el barco y estoy muy ilusionado.

El viaje dura tan solo 15 minutos, pero da una sensación de aventura.

Y tras un rápido trayecto, desembarcamos en la pequeña Île de Batz.

Île de Batz: (Unos 12 Km dando vueltas por la isla)




El lugar es precioso y evocador. Me siento bien y con ganas de recorrerla, pero lo primero es lo primero. Es por la tarde y debo de buscar alojamiento.

 Llegando a la Île de Batz

 Tengo previsto alojarme en un albergue, pero ahora recuerdo que no he llamado para reservar. Tras subir algunas cuestas que me hicieron jadear, llego al pequeño albergue y como no, está completo.
Como ven que llevo tienda de campaña, me aconsejan ir al camping municipal, junto al faro.
No se podía dar una indicación mejor, porque en esta pequeña isla, es la mejor referencia que tenemos. Se ve casi desde cualquier lado.
Pedaleo y ya me voy dando cuenta de que las estrechas carreteras llevan por paisajes de una gran belleza. Incluso las calles de la población tienen encanto, porque aquí todos cuidan muy bien sus jardines.

El omnipresente faro.

 Cuando llego, descubro que el "campig" no es más que una parte de la isla deshabitada, cubierta de pasto salvaje que llega hasta los mismísimos acantilados.
Es precioso y tan solo veo tres tiendas diseminadas por la zona. ¡Disponíamos de un terreno enorme por tienda!. Mis "vecinos" estaban a un tiro de piedra y tan solo otro más como a unos 400 metros, así que tenía una cala de arena blanca casi para mí solo.

 Imaginad la gozada que fue montar la tienda, caminar por la arena, sentarme en unas altas rocas a ver atardecer mientras asustados conejos corrían a esconderse en sus madrigueras al caer el sol.
Todavía me dio tiempo de comprar algo en una tienda local para cenar.

Vistas desde mi lugar de acampada.

En la isla hay varias calas como esta. Algunas más escondidas y bonitas.

Fue maravilloso dormir con el golpear de las olas tan cerca, sintiéndolas de forma rítmica a través del suelo, como si escuchara el lento corazón de la propia Tierra.

Esto es un pequeño paraíso.

Tengo que decir que una guarda de la isla, o del ayuntamiento o lo que sea, se acercó en bicicleta para decirme que no había problema por acampar allí, pero que debía abonar 4€ y pico. No puse objeciones, hasta me dió un resguardo. Además, resulta que había unos baños públicos al fondo, pero muy al fondo del prado. Da igual, con el mar al lado y tanto campo para plantar pinos...

Desperté feliz como una perdiz.

Una mañana espléndida. Me esperaba un bonito día.

 Desmonté el campamento. Me fui a darme una ducha "a la francesa" a los lavabos, porque el mar estaba muy frío y me acerqué en bicicleta al pueblo, donde desayuné y cargué las pilas para visitar toda la isla. Y vaya si lo hice. Durante cuatro horas seguidas no dejé nada sin investigar.

Lo mejor fue el sendero que bordeaba la costa, entre prados mullidos como esponjas cubiertos de flores y el romper del mar en los acantilados rocosos. Pedalear por allí fue una de las mejores experiencias del viaje.

El camino se hacía sendero más adedante

La isla vive de la agricultura y algunos animales, además del turismo

Cada cual, cuidaba de su terreno de forma detallista 

La linea del paseo maritimo

En ese embarcadero reciben los suministros

Hay quien vive de lujo

 En fin, que hay que verlo. Espero que en el vídeo que preparo se aprecie mejor el frágil equilibrio entre el ser humano y la naturaleza, y como aquí todavía logran mantenerlo.

Tan solo vi un par de vehículos y algunos tractores antediluvianos. La vida transcurre allí muy sosegada.
Pero al final tenía que marcharme, así que tome un barco de vuelta y regresé a Roscoff.
Quería intentar tomar el tren a Dol-de-Bretagne, porque amig@s, Dinan y St-Malo tendrían que esperar a otro viaje. Había gastado más de lo previsto y además, el viaje se estaba alargando demasiado. Una lástima.

Mi intención pues, era la de ir a Dol-de-Bretagne, desde donde llegar al Mont-Saint-Michel.
Y usar esta población como lugar de operaciones para regresar después a Pau y a España.


Dol-de-Bretagne: 

Autobús de Roscoff a Morlaix y de allí a Dol-de-Bretagne en tren.
En los TGV no me pusieron problema al ser un bicicleta plegable y reservar billete avisando. En los TER no hay practicante problema a no ser que vaya llenos de ciclistas.

Fue algo improvisado y me sorprendió lo bonito que es el pueblo. Sin ser algo fuera de lo normal allí, tenía una calle principal muy bonita.



Parece un cuento de los Hermanos Grimm

 Un lugar tranquilo y agradable

Busque el camping municipal y cogí plaza para dos noches. Estábamos muy pocos. Y para sorpresa mía no había nadie guardándolo en ese momento.
Los residentes me dijeron que montase la tienda y no me preocupara. Y no me extraña, cuando horas después apareció el encargado, me recordó a Coque Calatrava, el de "La que se avecina". Sí, el de la cresta.
Fumao, borrachín y viva la vida. Un zagal al que cuando le ofrecí pagarle las dos noches ya, me dijo con acento de fumeta profesional que no había prisa, que me tomara la vida con calma.
Pues nada. Acampé y preparé el día siguiente.

El menhir que da nombre a la población

Mont-Saint-Michel: (Unos 30 Km)

Para quien no quiera pedalear, salen autobuses todos los días al Monte San Miguel.

Yo tomé una vía verde que me llevó hasta allí, pero regresé en autobús.
¡Era el final de mi viaje! ¡Mi Meca!
Lo cierto es que hace mucho tiempo que quería visitar este lugar. Y por fin estaba allí.

Se puede ver que este lugar es turístico a tope, pero no por ello deja de ser bonito

Que ganas tenía de hacerme esta foto

¿Veis esa grúa roja al fondo a la izquierda? Había hecho una presa provisional para que el agua del mar no entrase e inundara la zona de trabajo de la maquinaria. Y es que cuando llegué  estaban en obras. La pasarela de madera ya estaba terminada, para que cuando la marea suba la gente no se quede aislada en el monte. Pero estaban haciendo más cosas. Una pena no poder ver como la marea convierte en isla al Monte San Miguel.

Marea baja. El agua no cubre todavía el paso.

La abadía-pueblo es impresionante

La torre donde está la estatua dorada del Arcangel San Miguel

Sant-Michel es un conglomerado de casas con calles estrechas que suben en espiral, de aspecto medieval, trepando por las laderas del monte. Un auténtico monasterio-fortaleza único, que jamás fue conquistado y que creció poco a poco hasta cubrirlo todo.

El interior de la Abadía, solo acceso de pago

Entré al monasterio con entrada, que me salió gratis con la tarjeta de discapacitado, no importa que fuera extranjero. Menos mal que esto es Europa.

El claustro

Hora punta en las callejuelas del Monte.

El interior del monte también esta horadado por criptas.

Es increíble que esta mole esté levantada sobre columnas y criptas.

La marea va subiendo, rodeando el monte

Había completado el viaje.
Ya solo me quedaba regresar a Dol-de-Bretagne, pasar la noche, pagar al fin al colgao y comprar los billetes de vuelta a Pau. ¡Carísimos!
Tuve que ir a Rennes, luego París (no vi nada y allí, en la estación intentaron robarme la bicicleta) y de allí a Pau.

Y luego... ¡De regreso a España!