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jueves, 14 de julio de 2016

Tercer día de ruta: Sélestat - Colmar (Unos 34 Km)

Tras el día de reposo en el que solo utilicé la bicicleta para circular por Sélestat, me dirigí a Colmar, uno de los pueblos más bonitos de la Alsacia de los que me habían hablado.

Podría haber seguido la Eurovelo 5, pero decidí cruzar el bosque hacia el este y circular un poco por el famoso canal del Rin. Así iba a poder disfrutar de diferentes paisajes.

Sélestat - Marckolsheim - Artzeheim - Colmar
En un principio pensé en atravesar el bosque por los caminos, pero sabía que todos se cortaban y no tenía nada seguro que los abundantes cauces que lo atravesaban no me hicieran retroceder. Además, las frecuentes lluvias habían dejado los caminos de tierra empantanados.
Porque el Bosque de Illwald es un bosque aluvial, que se cubre de agua con las lluvias y la nieve fundida y permanece así un tiempo, como un pantano poco profundo. Los riachuelos se desbordan y anegan el terreno.





Así que continué por la ruta marcada que lleva por una carretera en dirección Heidolsheim y que tiene habilitado los arcenes para el paso de bicicletas. Lo cierto es que los conductores se mostraron muy respetuosos y no sentí que hubiera algún riesgo en pedalear por allí.

Ya en Marckolsheim, me desvié un poco para visitar el Memorial de la Linea Maginot y aunque por fuera no impresionase mucho, el interior del bunquer me encantó por la cantidad de armas y objetos utilizados en la segunda guerra mundial. También, por supuesto, puede verse como vivían los soldados destinados a esos fuertes.




Ese símbolo es el de "Francia Libre"

El interior no lo fotografié por respeto y lo dejo como sorpresa para quien le interese estos temas.

Preguntad en la oficina de turismo donde se toma el Canal del Rin o quizá os cueste
encontrarlo tanto como a mí. Ese plano que llevo detrás me lo dieron allí.
A partir de allí, tome durante unos kilómetros el canal del Rin, un canal navegable y que muchas personas realizan de norte a sur o viceversa. Es un camino muy bien preparado y apto para familias.



Pero enseguida llego a Artzenheim y tomo el desvío por el Canal de Colmar, este ya más silvestre y no navegable. De hecho, algunas zonas están cubiertas por flores flotantes y árboles caidos que lo atraviesan cual puentes naturales.



La naturaleza allí crece más salvaje y uno se ve rodeado de vegetación por todas partes. Ni siquiera acertaba a escuchar más sonidos que los de los animales e insectos.

El Canal de Colmar, en dirección oeste
La vegetación es espectacular

Al poco de tomar ese canal, encontré a mi derecha un restaurante familiar estupendo, muy bonito y con una comida excelente. Es fácil verlo, porque se pasa junto a la puerta y su terraza está cubierta de exuberantes flores y plantas. Muy colorido. Algo que se notaba incluso en los platos.
Además, también tienen helados de cucurucho.

Buena comida, buena cerveza y... ¿me comí la flor? ¡Pues claro que sí!

Este trozo del canal es uno de los más bonitos que he visto (en cuestión de canales). El Canal del Midí es precioso, pero entra en la categoría de canal navegable. Y este es diferente.
Pero a los pocos kilómetros, quizá unos 6, hay que tomar de nuevo otro ramal, esta vez directamente a Colmar. Está bien indicado.




La ruta está perfectamente preparada para bicicletas y en ocasiones se pedalea junto al agua y en otras, se separa unos metros del canal, pero siempre discurre paralelo.
Llegué a Colmar un poco agotado, a causa de la debilidad producida por la falta de alimento. No podía comer mucho y eso me estaba desgastando mucho.
Lo cierto es que me paré muchas veces y otras tantas me baje de la bicicleta y caminé. pero como iba solo no molesté a nadie.

¿Me dejarían participar en los Monster Trucks?
Y po fin entro en Colmar. Hay carril bici, pero hacia el centro desaparece. Lo hay a tramos, pero el casco histórico o centro de la ciudad es peatonal, así que poco importaba.
Cogí un hotel para ver si lograba recuperarme. No tenía fuerzas ni para montar la tienda de campaña con el calor que hacía.


Colmar es una población realmente encantadora
Dejé la bicicleta en el hotel Balladins me duché y dormí un poco. Después algo más repuesto, salí a visitar esta ciudad de la que tantas mieles hablan.

Siempre adornados, siempre floridos


Salchichas, cerveza y más salchichas

Me dediqué toda la tarde a recorrerla y disfrutaba de cada paso que daba. Iba haciendo paradas de tanto en tanto para tomar un refrigerio porque hoy estaba siendo el día que más calor me estaba haciendo.

Fijaos en las fachadas, son impresionantes
Puentes sobre los canales de Colmar
Preciosos tejados

Disfrutando de la ciudad desde el agua


Y por último, antes de regresar al hotel, me pasé por el mercado cubierto, que es una delicia para los sentidos. Auténticas delicatessen de productor artesanos.




El mercado estaba además ambientado con música en directo y daba gusto estar con el fresquito.

Muy colorido todo

Por último me fui a dormir. Al día siguiente pensaba retornar a Sélestat por la tura de los viñedos, pero me levanté sin fuerzas. Además hacía viento y llovizneaba.
Decidido, no es cuestión de sufrir innecesariamente. Vísité un poco más Colmar, tomé un tren a Sélestat y con la bicicleta recorrí lugares que todabía no había visto, como algunas iglesias y la restauración todavía por acabar de la biblioteca que guardará numerosos incunables y abrirá sus puertas en el 2017.
Por la tarde, tomé el tren nocturno a Perpignan y con esto, daba por finalizada mi ruta por la Alsacia.

No puede hacer todo lo que quise, pero disfruté en cambio de cosas que no esperaba, así que, en definitiva, estaba contento de haber realizado este fantástico viaje y haber conocido esta maravillosa región de Francia.
Quizá en otra ocasión la visitase en época navideña, pues dicen que es uno de los lugares más bonitos para pasarlas.

Hasta otra.

(Queda pendiente de momento los vídeos del viaje)

viernes, 8 de julio de 2016

Un día de relax por las laderas de los Vosgos.

A las 9:30 de la mañana, tomé un autobús en la estación de tren que me llevaría a visitar un famoso castillo de la zona, le Château du Haut-Koeningsbourg.
Tenía muchas ganas de verlo de primera mano para poder escribir de él con conocimiento de causa, ya que aparece en mi novela. Esa que no sé si alguna vez terminaré pero que me agrada retomar de tanto en tanto.


Le Château du Haut-Koeningsbourg
Es complicado tomar una fotografía que abarque todo este imponente castillo, porque es enorme.
De ahí que fotografiase la maqueta que hay al entrar.
Pero lo que sí que puede fotografiarse es el entorno, ya que desde sus muros se puede divisar muchos kilómetros a la redonda.



La historia del castillo es emocionante, puesto que su construcción fue destinada a la protección de las rutas del vino y del trigo del norte así como la de la plata y la sal de oeste a este.
Pero fue refugio de los llamados caballeros bandoleros, que asaltaban desde este bastión, las caravanas que pasaban por esas mismas rutas.
Fue destruido por los suecos en la guerra de los 30 años y reconstruido más de dos siglos después por el káiser Guillermo II y demostraba el poder alemán en tierras ocupadas.
Por fin, en 1919 pasa a manos francesas tras el Tratado de Versalles después de la I Guerra Mundial.





El castillo en sí, es impresionante, pero también los detalles de sus ornamentos y habitaciones dejan con la boca abierta.

Cañones y culebrinas para la defensa moderna del castillo



La bodega

El molino




Dominando la región
Tras la visita, comí algo y aproveché para caminar por un sendero que lo rodea por completo. Es tan solo un paseo.
Después bajé en el mismo autobús que va de regreso a Sélestat por la Montagne des Singes (montaña de los monos), que sobre todo es un lugar para visitas familiares, estupendo para llevas a los niños.

El castillo desde la montagne des singes
Es una montaña cerrada, un parque en el que conservan simios traídos de marruecos que se han adaptado a vivir en ese clima y en esos bosques. Son muy suyos y unos comodones de categoría. Aceptan que les des palomitas como quien te hace un favor. Realmente son muy graciosos.


Cuidando de su cría

Haciendo el mono
Todos cuidan del pequeñín, hasta que crece. Después vienen las peleas

Y así, regresando a Sélestat, terminé una agradable jornada. Mañana continuaría de nuevo la ruta.