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jueves, 21 de agosto de 2014

La Reole - Bourdeaux - Arcachon (80 Km ciclados)



Acampar en una parcela del camping junto al río no fue una buena idea. La tienda amaneció empapada por fuera y por dentro. Me llevó un buen rato secarla, aunque sería necesario extenderla cuanto antes bajo el sol.


Como me habían indicado, crucé el puente y todo el pueblo hasta coger la carretera comarcal D9.
Aquí añado un plano de la ruta que hay que tomar por las carreteras comarcales, adentrándose en el interior de la comarca del vino. Son carreteras secundarias sin apenas circulación y los que pasan suelen tener mucho respeto con los ciclistas. Las carreteras están bien indicadas con carteles amarillos muy visibles D9, D15, D129 hasta Sauveterre-de-Guyenne.

Recorrido marcado a bolígrafo por la chica de la oficina de turismo

El paisaje cambia y eso se agradece. Se rompe la monotonía del canal y se interna uno entre viñedos y sus típicos châteaux, entre bosques espesos y caminos rurales por los que pasean ancianas adineradas acompañadas por sus familiares o asistentas. Es un mundo bucólico que parece ajeno a la industrialización de su entorno.


Las carreteras suben y bajan entre campos, haciendo sudar en las pendientes pronunciadas o reír en los vertiginosos descensos hacia los riachuelos que surcan la zona y que cruzaremos por puentes de piedra.

Las carreteras serpentean entre campos de cereal y viñas, cada vez más frecuentes

El contraste con el camino llano del canal puede parecer agotador en un inicio, pero resulta más entretenido y son unos 15 Kilómetros de nada. Es una de las partes más bonitas del recorrido.

Caballos y asnos se acercan amigables al turista que pasa cerca

Típico château francés de la región de Bourdeaux

Hasta que la carretera finaliza en Sauveterre-de-Guyenne, una población en la que apenas me detuve.
Desde aquí se retoma la vía verde, en esta ocasión la llamada "Roger Lapébie" que nos llevará hasta Bourdeaux por terreno con pocos desniveles y salpicado de bosquecillos donde refugiarse a su sombra.



A lo largo de esta pista existen antiguos apeaderos de tren, con algún que otro merendero y fuentes donde reabastecerse de agua. El calor hizo que consumiese mucha y siempre que podía rellené las botellas.
Comí por el camino, como otros días y circulé hasta Créon, pero me supo a poco y continué.
Numerosos carteles te van indicando cuanto queda hasta Burdeos y eso me picaba lo suficiente para seguir. Aunque cuando llevaba unos 55 Km, decidí buscar un camping.
El que hay está a unos 2 Km de Créon, por una carretera sin apenas arcén y con mucha circulación, así que decidí continuar, a pesar del dolor de piernas.


Y por fin la entrada a Bourdeaux, aunque llegar al centro sean unos 6 Km más, pero por carril bici generalmente bien separado de la circulación de vehículos.

Los puentes están atestados por el chabolismo e infestados de ratas, que se cruzaban alegremente por delante de la bicicleta como demostrando que el terreno era suyo.
Así que pese al cansancio, pedaleé con fuerza hasta el primer puente y lo subí, dejando atrás tanta miseria.
No doy indicaciones de que camino tomar porque hay poco lugar a la confusión. Con no salirse del carril bici, nos plantaremos en el centro de Burdeos sin problema.

 Vista desde el primer puente que cruza La Garonne

 Los edificios de Bourdeaux son monumentales


Casi en su desembocadura, el río es tan ancho y profundo como para que grandes veleros naveguen por él

Burdeos es una ciudad muy viva, que sabe disfrutar de un día soleado como pocos


Tras dedicarle tan solo cuatro horas a la visita de la ciudad (me prometí una visita más profunda otro día) en la que disfruté básicamente de toda la ribera de La Garonne, me hice con un plano y casi a última hora fui a la estación de tren para coger un billete a Arcachon, ya en la costa Atlántica.
En una cafetería consulté precios de alojamientos y el más barato superaba los 100€. Claro, agosto y sin reserva...
Hay un albergue de juventud, pero estaba lleno, como era de esperar. Pero tuve suerte y pude tomar el último tren a la villa costera de Arcachon.



Llegué algo tarde ya y me costó encontrar un camping, porque los hoteles estaban llenos y carísimos. El camping resultó estar a tope, pero al final me ofrecieron un sitio que pocos abrían aceptado. Casi 19€ por un rincón junto a las barbacoas comunales que parecía ese sitio donde va a mear la gente cuando no les da tiempo a ir a los baños. Pero en fin, no quería liarla durmiendo en la playa y que me pusieran una multa o me lloviese, que fue lo que finalmente ocurrió.

Arcachon - Dune du Pylat - Arcachon (25 Km)


Mapa de vías posibles a la Dune du Pylat, por tierra y por mar

El día siguiente amaneció espléndido. Sol y playa y carril bici junto a la costa muy entretenido. Probé el agua y la arena y me senté a contemplar los barcos y la gente divertirse. Charlé con personas que se interesaban por mi bicicleta y por mi forma de viajar y en fin, fue un día de relax, porque la ida y el regreso a la Dune du Pylat fueron unos 25 Km más o menos, incluido los paseos por la villa.
Un aviso: La arena hace estragos en los pedales plegables. Cuando llegué a casa tube que sustituirlos porque la arenilla había desgastado los rodamientos.


Y qué decir de la Duna. Pues que a pesar de ser Agosto y estar llena de turistas, era una maravilla. 100 metros de altura, cercada al Este por el bosque y al Oeste por el mar.
Desde su cima podían divisarse kilómetros y kilómetros de terreno y pude ver la Isla de los Pájaros y la punta del Cabo Ferret. Los barcos eran apenas puntos al inicio de estelas en el mar y la propia duna era una curiosidad de la naturaleza en si misma, un lugar increíble en el que hundir los pies descalzos, respirar la brisa marina y contemplar el horizonte. 

La recompensa de llegar al destino fijado

El regreso a España fue en tren, con varios transbordos. Pero a causas de retrasos en los trenes, llegué a Oloron-Sainte-Marie tarde y el autobús que me llevaría al puerto del Somport (Canfranc) ya no pasaría hasta el día siguiente.
Así que visité la población, que ya conocía. Pero lo cierto es que es preciosa y nunca me canso de verla.
Además, nunca había estado al anochecer y mereció la pena. Hay que aprovechar hasta los inconvenientes y transformarlos en oportunidades.

 La Gave d'Oloron atraviesa la villa

Atardecer desde el cementerio en lo alto de Oloron

Un lugar de reposo con las mejores vistas


Por cierto, dormí en un albergue de peregrinos del camino de Santiago francés por 12,50€ muy bien cuidado.

Y al día siguiente, retorno a España. ¡Me habría quedado mucho más!



Canal del Garona

Un viaje hasta el Atlántico


Viajé a Toulouse en compañía de un buen amigo, en su furgoneta, que también nos sirvió de habitación improvisada para pasar la noche y ahorrarnos un dinero.
Pasamos el día disfrutando de nuevo de una ciudad encantadora y él se quedó allí para visitar un museo mientras que yo partí al día siguiente con mi bicicleta en dirección Oeste por la vía verde del Canal del Garona. Si es posible, no dejéis de visitar el parque, el jardín japonés y los diferentes museos de la ciudad.
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Toulouse - Moissac (64 Km)

Tengo que decir que el comienzo del camino resultó un tanto decepcionante comparado con el Canal del Midi. Y eso es porque esta parte está más industrializada y el canal es más abierto y con menos vegetación que en su parte Este.

Tomo el Canal desde la estación SNCF de Toulouse

Cuidado: Fijaos que saliendo del casco urbano, el Canal continúa hacia la derecha.

Tras despedirme de Alberto y su chambre d'hôtel sobre ruedas, pedaleé hacia la estación de tren y allí tomé el canal que tras un buen rato, me sacó del casco urbano y circulé sin pena ni gloria por un canal un tanto soso.
Por suerte, todo fue mejorando a partir de Montech, un pueblo que visité rápido y me dirigí hacia Castelsarrasin, donde pensaba dormir en el camping.
En Montech hay un desvío a Montauban, para quien quiera visitarlo.

Desde el puente en Montech (El margen derecho lleva a Montauban y el izquierdo a Castelsarrasin)

Para mi disgusto, en Castelsarrasin no había ya camping (lo he tachado en el mapa) y tuve que pedalear hasta Moisac.
Este es un pequeño y encantador pueblo con una arteria principal llamada la Calle de los Artesanos.
En ella, como su nombre indica, muchas tiendas están dedicadas a artesanía local, con especial mención a los sopladores de vidrio, que no tuve la suerte de poder ver trabajar a causa de la hora que era.
También tiene una antiquísima abadía con preciosos bajorrelieves que tanto me gustan, con barrocas representaciones de la muerte, el demonio y fantásticas criaturas mitológicas. Se nota que el clero gustaba de regodearse en los tormentos de los pecadores.

Rue des Artisans

Detalle de las bonitas fachadas

Plaza junto a la Abadía

Cerca de esta población hay un "puente de agua" o esclusa mecánica que eleva los barcos en lugar de salvar el desnivel mediante esclusas. Fui como siempre a la oficina de turismo y pedí un plano y otras informaciones de interés. Pero había que seguir pedaleando, ya pocos kilómetros hasta Moisac.

 Al llegar me dirigí directamente al camping, porque el cuerpo, tras los cortos pero frecuentes chubascos que habían caído durante el día, me estaba pidiendo un ducha caliente.

Puente de Napoleón (al otro lado a la izquierda, el camping)

 La preciosa recepción del camping era un antiguo molino de agua

Me cobraron 9,50€, y aunque el camping era pequeño y con pocos servicios, las parcelas estaban bien cuidadas.

Moisac es un pintoresco pueblo lleno de colorido. Está atravesado por el canal y numerosos puentes lo cruzan para poner en contacto las dos mitades.

Puente de metal giratorio para permitir el paso de barcazas

Disfruté de la tarde recorriendo sus calles y tomando una cervecita fresca al final del día. Hay que amoldarse a los estrictos horarios de apertura-cierre de los comercios.

Curiosa arquitectura en algunas edificaciones

Los puentes y calles están llenos de colorido

Es un lugar agradable, pero la humedad del canal tiene que causar molestias a la fuerza. Sin embargo, es de agradecer lo bien cuidado que tienen todo.


Por fin, tras el primer día superado, me voy a cenar y dormir un poco.

Vista de Moissac desde el camping

Moissac - Agen (46 Km)



Por la mañana temprano recogí la tienda, que tuve que secar porque había llovido por la noche.
Aunque acabe por perder tiempo en ello y salí más tarde de lo esperado, no me preocupó porque el recorrido previsto para ese día era más corto.
Comencé con ganas, porque el paisaje había mejorado mucho y además ya había desconectado de la rutina de la vida diaria. Cuando crucé el primero de los puentes del canal que pasaba por encima del río, sentí de nuevo el placer de la aventura.

Uno de los puentes por los que el canal pasa sobre el río, curioso.

Ya me sentía más aislado e independiente. El entorno era más rural y el canal había recobrado su naturaleza más campestre.


Pasé por Valence-d'Agen y lo visité sin bajarme de la bicicleta apenas para tomar unas fotos y tomar un café en una calle poco concurrida.
Tiene una bonita plaza del marcado y las aceras empedradas así como los porches arqueados le dan un agradable toque rústico.

Plaza del mercado y fuente

Pero había que seguir. No tenía decidido si pararía en Agen o continuaría un poco más, pero circunstancias ajenas tomaron por mí la decisión.
Durante todo el día se alternaron fuertes chaparrones con momentos en los que brillaba un sol que picaba.
Había momentos en que varios ciclistas nos apretábamos bajo los puentes en espera que dejara de diluviar.

Aguardando bajo un puente a que pare de llover

¿Alguien puede creer que este es el mismo día?

Al fín, al llegar a Agen notaba que un fuerte catarro estaba agarrándose a mi pecho, así que preferí tomar el tren y quitarme un día de pedaleo. Próxima estación, Marmade, que está a pocos kilómetros del canal.

Puente peatonal con semáforo que cruza las vías de tren de Agen

Pero ya montado en el tren me subió la fiebre y pedí al revisor alargar el viaje un poco más hasta La Reole, que era uno de los puntos del canal. Así podría descansar el resto del día y tratar de recuperarme o si no el viaje iba a acabar pronto.
En La Reole busqué el camping (6,90€), me tome una pastilla y descansé un rato. Tenía una congestión que no me dejaba respirar tumbado, así que decidí pasear por el pueblo, pero un poco más abrigado.

La Reole es un pueblo precioso y lleva un buen rato recorrer sus tortuosas calles, llenas de edificios históricos y preciosas vistas a la campiña. Me hice con un plano de la villa y pasé el resto del día conociéndola. Por suerte, el tiempo me acompañó y el sol hizo maravillas en mi salud.
En la oficina de información me indicaron por donde salir al día siguiente, ya que ahora se dejaba el canal para internarse en la región interior de Burdeos.

Como puede verse, hay que tomar una carretera comarcal (D9)




Ya tenía ganas de ver la región del vino de la que tan bien había oído hablar.



miércoles, 6 de agosto de 2014

Canal del Midi (Toulouse - Carcassonne)

De Toulouse a Castelnaudary:


Una nueva ruta recomendada para casi cualquiera por su escasa dificultad y su singular belleza.
A pesar de que el Canal del Midi recorre la mitad sur de Francia hasta el mar Mediterráneo, su casi nulo desnivel y el encanto de las poblaciones y del propio canal hace de este unos de los más transitados recorridos por los españoles en ese país.
Cada uno puede repartirse las etapas según convenga a su condición física, pero la cantidad de lugares donde abastecerse hace que esto no sea ningún problema.

Nuestra primera etapa fue entre la propia Toulouse y Castelnaudary, unos 70/74Km desde nuestro lugar de descanso en la Ciudad Rosa. (La llaman así por los numerosos edificios construidos en ladrillo rojizo).
La Place du Capitole, la basílica de St. Sernin, sus callejuelas llenas de rincones con encanto y el Garona, cruzado por puentes de diferentes épocas cargados de historia.

Plaza del Capitolio

El río Garona a su paso por el centro de Toulouse

Durante 3/4 partes de la etapa se rueda sobre pista asfaltada, que se convierte en sendero al llegar a Port Laugarais, siempre paralelo al canal.

Comenzamos con alegría y cachondeo (Noe,Sergio,Pablo y el menda)

Ya de buena mañana, comienzan las bromitas y mi bicicleta queda con el sobrenombre de "triciclo". Y yo que la quería llamar la bala plegable... Pues nada, a pedalear con mi triciclo.

Dejamos el coche en el parquing del aparta-hotel por tan solo 3€ al día. Una ganga. Esa noche habíamos dormido allí todos por unos 63€ impuestos turísticos incluidos. Aunque cuando empezó a sobrevolarnos un avión cada 5 minutos, entendimos el por qué. Casi podía ver las caras de los pasajeros por la ventanilla.

Pero volviendo a ponerme poeta...

Hileras interminables de ancianos arces blancos escoltan las márgenes del canal, de verde corriente causado por el reflejo del follaje en verano, que se torna rojo y oro en otoño, cuando las hojas perennes caen y cubren las calmas aguas. (Sonido de arpas). ;)

Barcazas de romántica belleza yacen en permanente atraque en numerosos puntos y se han convertido en casas y tiendas de llamativos colores. Mientras que arriba y abajo navegan con lentitud barcos de recreo.


Lo primero que conviene hacer en mi opinión, si no se tiene, es pasar por una oficina de información y pedir uno de los mapas gratuitos del canal, donde vienen marcadas esclusas, pueblos cercanos y otros puntos de interés.

Nuestro punto de partida, iniciando el canal, fue junto a la estación de tren de Toulouse-Matabiau (sncf).
Salir de la ciudad lleva un rato y te cruzas con numerosos ciclistas y corredores. La verdad es que las afueras son tan verdes que uno piensa en lo agradable que debe de ser vivir aquí para los que gustan de disfrutar del campo.

Poco después se pasa un primer puerto fluvial y una y otra vez un numero alto de esclusas donde los barcos superan los desniveles del terreno, tanto en ascenso como en descenso.
Siempre llama la atención el funcionamiento de estas esclusas y uno no puede evitar quedarse a ver como se llenan y vacían al paso de los pequeños barcos.


Rodar por aquí es un placer. Los kilómetros apenas se notan y la novedad del canal hace que el tiempo pase sin apenas darse uno cuenta. Los árboles dan sombra en los días más soleados y protegen algo de la lluvia en los frecuentes chubascos propios de la región.

Y ya próximos a Castelnaudary, la pista asfaltada se hace camino y el camino sendero.
Muchos se quejan de que las raíces de los árboles convierten este camino en un tramo incómodo y en el que hay que tener precaución. Bien, estoy de acuerdo de que la precaución nunca sobra, pero lo cierto es que el camino es bastante entretenido y se pedalea muy bien. (Aunque habría que verlo enfangado).
Solo cuidado con las rodadas, que la rueda se puede ir mientras miras extasiado el paisaje y el canal es profundo.

"Titas, titas.." Noe intenta procurarnos la cena a base de magret de pato

Y por fin el pintoresco pueblo de Castelnaudary, con su puerto fluvial y su plácida y casi inexistente vida nocturna. El cuenta kilómetros marcaba 74 km desde el aparcamiento (visitas incluidas).
Ensanchamiento del canal a su paso por Castelnaudary

Molino que nos recuerda la vida llevada por los antiguos Cátaros del Alto Garona

Aquí acampamos cerca de las esclusas a la salida de la población y comprobamos que efectivamente nadie se molestó. De hecho yo pregunté en la oficina de información y se encogieron de hombros. No hay prohibición y mucha gente lo hace, me dijeron.
Merece la pena una visita a Castelnaudary, que se realiza pronto. Unas cervecitas en una barcaza-bar no tiene precio. Y en lo alto, un precioso molino y unas vistas del Alto Garona donde en la antigüedad batallaron tropas en un fracasado asalto a la población por parte de Simón de Montfort. Pero quien quiera batallitas, que lea la historia de los cátaros, muy interesante.

Una parada para contemplar los antiguos campos de batalla, hoy bucólica campiña francesa

De Castelnaudary a Carcassonne:



Nos despertamos pronto, pero levantamos el campamento sin prisas. La etapa de hoy se presentaba mucho más corta, dedicada en gran parte a una visita turística de la medieval Carcassonne. Unos 44 Km aproximadamente (desplazamientos por las poblaciones incluidos).

Ñapa improvisada con botes vacíos de Powernosequé para mantener las alforjas separadas

El camino es entretenido, a veces ancho, a veces un sendero estrecho al filo del canal. Se circula bien por el, a pesar de algún punto aislado donde los baches hacen temblar la bicicleta. Pero como digo, en su mayor parte es un camino muy bueno.
Además, tiene un mayor encanto al verse más silvestre y uno se divierte alcanzando y adelantando a los barcos que navegan con lentitud por el canal.

A la sombra de los arces se pedalea mejor

El camino está salpicado de casas conde se puede tomar uno un café. Y las llamo casas porque eso parecen, aunque quizá fuesen las antiguas residencias de los vigilantes de esclusas. Algunas están abiertas y otras cerradas, presumiblemente abandonadas.

La paz que se respira no tiene precio



Y por fin, con alguna que otra penalidad producida por el dolor de trasero y las rebeldes alforjas de Pablo, que se empeñaban en rozar con las ruedas a pesar de los inventos del TBO con los que nos echamos más de una risa, llegamos a Carcassonne.

La lluvia nos acompañó en algunos momentos finales del viaje, pero miradnos "felices cual perdices"

Allí, con la inestimable ayuda de algunos oriundos de la cité, nos alojamos en un hostal que aunque no fue muy barato que digamos, nos salvó de la molesta lluvia y descansamos bien.
Y ala, a visitar la ciudadela medieval, preciosa e impresionante, pero a esas horas y en esas fechas, llena de turistas.

El pueblo-fortaleza de Carcassonne

Detalle de las viviendas interiores de las murallas

Nos lo pasamos bien, echamos muchas fotos y nos clavaron de mala manera en la cena. Pero oye, por su hospitalidad, les dejé un buen regalo en el baño tras la cena.

La noche cae y nos despedimos de la ciudadela

Al día siguiente fuimos a la estación, porque por motivos que no vienen a cuento, decidimos volvernos.
Y para quien se pregunta si es posible subir las bicicletas, pues sí, pero al coger los billetes, os dirán la hora del tren que os puede alojar, dependiendo del número de bicicletas.
A nosotros nos tocó esperar hasta las 12:04, por lo que dimos una vuelta por la "Carcassonne nueva".
Los vagones que admiten las bicis tienen una bicicleta blanca pintada en un lateral y una señal de permitido subirlas. Sin más problema, quitando que no topeis con un revisor con pocas luces.

Regresamos a Toulouse, de allí al coche en bicicleta (apunto que la ciudad está muy bien preparada para ello) y en muy poco tiempo ya estábamos de vuelta en el aparcamiento.
¡Y para casa, esta vez por la autopista para que nuestro amigo S. no nos deleite con una serenata de quejas!
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http://www.canal-et-voie-verte.com/Le-Canal-du-Midi?lang=fr